EmocionAgil
¿Por qué me cuesta tanto cambiar mis conductas?
¿Alguna vez has sentido que, por mucho que desearas, no podías dejar de actuar de un modo concreto, aunque esta conducta te dañara a ti y a otros a medio y largo plazo?
Pues bien, aunque es muy fácil decir «tienes que esforzarte más» o «es cuestión de disciplina», la realidad es que nuestros estilos de afrontamiento, que son el conjunto de mecanismos con los que respondemos ante las demandas de nuestro medio, están delimitados, en muchas ocasiones, por experiencias traumáticas que dejan nuestro comportamiento a merced de reacciones emocionales intensas y, aparentemente incontrolables, que aparecen ante estímulos que activan memorias ligadas a experiencias dolorosas.

Entonces, ¿qué son los estilos de afrontamiento?
De una forma más técnica, podemos decir que los estilos o estrategias de afrontamiento son el abanico de esfuerzos cognitivos y conductuales que desarrollamos para abordar las demandas internas y externas que surgen ante nosotros y que, en principio, parecen exceder nuestros recursos.
Esta definición dota a los estilos de afrontamiento de movimiento y cambio continuo a lo largo del tiempo y es que, para que nuestras conductas sean realmente adaptativas y nos permitan evolucionar necesitamos que fluyan y sean flexibles ante los cambios continuos de nuestra realidad interna y externa. De hecho, lo que hace que un estilo de afrontamiento sea o no adaptativo es la situación en la que se aplica, no la estrategia en sí misma, por ello, necesitan de esta flexibilidad, gracias a la que podemos escoger el modo más adecuado de movernos con armonía ante la vida.
Sin embargo, como hemos mencionado en la introducción de este artículo, pueden existir en nuestra historia de desarrollo vivencias traumáticas que nos han llevado a desarrollar arsenales rígidos de comportamiento que se activan de forma automática e inconsciente ante esos estímulos, que por su similitud o cercanía, activan nuestras memorias de dolor respecto a estas experiencias.
Este hecho se experimenta como un fuerte bloqueo a nivel interno que nos genera una sensación de falta de control y voluntad ante ciertas circunstancias, en las que sentimos que solo podemos actuar y responder de un único modo.
Esto nos puede generar un gran malestar, pues, al no entender realmente qué nos ocurre y a qué se debe, podemos pensar rápidamente que tenemos un problema, que simplemente somos así y es mejor resignarse ante ello, lo cual nos lleva una vez más al inmovilismo y la rigidez a la hora de manejar nuestra realidad.
Sin embargo, lo que necesitamos comprender es que estos mecanismos automáticos y rígidos que se apoderan de nosotros en momentos que nos generan incertidumbre y malestar emocional tuvieron mucha utilidad en el pasado, cuando ocurrieron esas experiencias traumáticas en las que realmente nos sentimos desbordados y sin recursos ni apoyo para vivir e integrar lo que sentíamos. Por eso, estas formas de gestionar ciertos estímulos parecen grabadas a fuego, porque tienen un fuerte significado supervivencial en nuestra historia personal y para nosotros, aunque de modo inconsciente, todavía nos protegen y ayudan ante el dolor, por lo que nos aportan una “ganancia”, aunque sea durante un corto espacio de tiempo, pudiendo aparecer de nuevo el malestar a medio y largo plazo.
“Nuestras reacciones emocionales hablan de nuestras heridas”

Afrontar versus reaccionar
Cuando nuestros bloqueos se activan y sus mecanismos rígidos salen a defendernos de la realidad, el verbo “afrontar” se transforma en el verbo “reaccionar”, pues no estamos valorando y sintiendo lo que nos ocurre u ocurre en nuestro entorno de un modo consciente, escuchando nuestras sensaciones corporales y emociones, reflexionando, comprendiendo la situación, regulándonos internamente y escogiendo una estrategia adaptativa.
Cuando reaccionamos no existe mediador entre el estímulo o situación que llama para ser atendido y afrontado y la respuesta que ofrecemos, pues nos dejamos atrapar por la fuerza e intensidad de las necesidades de nuestro mundo inconsciente, que bien sabe, que lo que está ocurriendo tiene una huella muy potente en nuestra memoria y en nuestro cuerpo. Cuando esto ocurre no somos dueños de nuestra libertad personal, ni estamos escogiendo realmente lo que necesitamos y deseamos en el momento presente, sino que es nuestra mente del pasado la que toma el control de mando para salvarnos de lo que ya nos supuso un profundo dolor en un momento dado.
Sin embargo, aunque estos mecanismos defensivos tengan la mejor de sus intenciones, no nos permiten avanzar y, a la larga, nos dejan con más asuntos a resolver de los que ya existían previamente. Por ello, es fundamental que hagamos un profundo trabajo interior que nos permita integrar estas vivencias traumáticas desde la calma y la seguridad, abriéndose así la puerta a la flexibilidad y al desarrollo de nuevas estrategias de afrontamiento.
Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad
Viktor E. Frankl

4 factores clave para un afrontamiento adaptativo
Para finalizar os queremos dejar con esta selección de factores que consideramos clave a la hora de desarrollar estilos o estrategias de afrontamiento que se adapten realmente a nuestra realidad y que tengan sus raíces en nuestra libertad y esencia personales. Además, lo positivo de estos 4 factores es que son capacidades y procesos sobre los que tenemos decisión y poder de cambio, pues se pueden entrenar y mejorar enormemente.
Flexibilidad cognitiva
Es la capacidad que posee nuestro cerebro para tomar perspectiva y reflexionar acerca de la realidad, pudiendo barajar diferentes opciones, puntos de vista y oportunidades, lo que nos permite ser creativos y adaptarnos de formas muy diversas a situaciones novedosas, demandantes y cambiantes. La flexibilidad cognitiva nos permite ir reduciendo nuestra rigidez mental y descubrir y emplear recursos y potenciales nuevos o con los que no sabíamos que contábamos.
Inteligencia emocional
Es la capacidad que nos permite escuchar, comprender, regular, integrar y hacer un buen uso de nuestras emociones, las cuales siempre están presentes a modo de mensajeras de cómo estamos respondiendo e interactuando con nosotros mismos y con el medio. Si no cultivamos nuestra consciencia y nuestro manejo emocional, estas vitales compañeras nos resultarán molestas y no podremos utilizar la información que nos dan, fundamental para adaptarnos correctamente, afrontar la vida con sabiduría y evolucionar.
Autoconocimiento
El autonocimiento, tal y como su nombre indica, es el conocimiento profundo de uno mismo. Esto supone un trabajo de introspección, escucha y observación de nuestras emociones, de nuestro cuerpo, de nuestro diálogo interno y de los mecanismos de nuestra personalidad.
Asimismo, este trabajo interior también implica reconocer nuestros recursos personales, nuestras fortalezas, nuestros valores y aquello que nos hace sentir pasión y realización personal.
Conocer bien nuestro mapa interior supone tener una consciencia amplia de lo que vive dentro de nosotros, lo que nos dota de libertad de movimiento sobre todas estas realidades, pudiendo escucharlas y emplearlas con sabiduría y no con rigidez.
Responsabilidad personal
Hacer uso de nuestra responsabilidad implica ser libres a la hora de actuar y tomar nuestras decisiones. Sin embargo, cuando no nos conocemos a nosotros mismos no somos realmente libres, ni actuamos en base a nuestra esencia personal. Por ello, la responsabilidad personal tiene una relación clara con el autoconomiento y es fundamental para asegurar una adaptación positiva a la realidad.
Asimismo, ser conscientes de nuestra responsabilidad personal y ser consecuentes con ella, supone discernir qué asuntos pertenecen realmente a nuestro “dominio”, es decir, qué asuntos necesitan ser afrontados por nosotros mismos y sobre qué asuntos tenemos poder de cambio. Esto nos permite no responsabilizar a otras personas o circunstancias de nuestras propias emociones y conductas, del mismo modo que no nos desgastaremos ante aquellas problemáticas que necesitan ser resueltas por otras personas, aunque nosotros sí podamos estar presentes y a su lado.

Tus conductas actuales no son tu destino
Si has llegado a este artículo porque sientes que hay conductas y mecanismos recurrentes en tu vida con los que te sientes bloqueado, que te generan consecuencias negativas y que deseas cambiar, aunque ahora sientes no tener control sobre ellos, quiero decirte que esto tiene solución y que ni estás destinado a ello, ni ocurre nada malo ni permanente dentro de ti.
No nacemos determinados a ser y a comportarnos de un modo concreto, pero sí necesitamos comprender profundamente los mecanismos de nuestra personalidad y por qué está reacciona de este modo, pues, aunque no lo creamos, existe una causa y un sentido en toda esta cadena de engranajes que parece definirnos.
Nuestras conductas, nuestras creencias y el modo en que nos relacionamos con nuestro mundo interior y con los demás habla de nuestra historia de desarrollo y de cómo han ido encajándose las experiencias de nuestra vida, pero nosotros sí tenemos el poder y la responsabilidad de transformar el modo en que lo gestionamos.
Recuerda que es muy positivo y, en muchas ocasiones fundamental, ser acompañado en este camino por un profesional que te guíe y te aporte seguridad en cada paso del proceso, por lo que la psicoterapia individual te puede ayudar enormemente a crear un antes y un después en tu día a día. Asimismo, existen herramientas de apoyo que son muy útiles a la hora de trabajar nuestro interior y facilitar estados de conexión, de calma y regulación, como la práctica de Mindfulness.
¿Por qué me siento vacío y sin ilusión?
“Nunca has estado vacío, solo que todavía no has recorrido el puente que te lleva más allá de tus muros”
Desde nuestra infancia nos vemos enmarcados en diversos contextos en los que vamos aprendiendo lo que significa la vida, lo que significan las relaciones, lo que significamos nosotros mismos y cómo se supone que interactúan todas estas dimensiones. Estos contextos van desde la relación de apego con nuestros padres o figuras de referencia, pasando por la escuela y por las relaciones con nuestros iguales, hasta contextos macro como el marco social y cultural en el que crecemos.
Estos diferentes escenarios nos van dotando de creencias, de formas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás y de maneras de entender la vida que influyen de manera significativa sobre nuestro desarrollo y que se mantendrán presentes en nuestra adultez. No vamos a calificar estos condicionamientos o aprendizajes citados como buenos o malos, esto sería muy simplista, pero sí podemos decir que se definen en términos generales por una pobre educación a nivel emocional y carencias visibles a nivel afectivo, lo que se traduce, en una deteriorada y conflictiva relación con nuestra identidad.

¿De dónde viene la sensación de vacío?
La mayoría de nosotros nos hemos sentido obligados en numerosos momentos de nuestra vida a ocultar lo que sentimos (bien porque no es comprendido, no es atendido o incluso es molesto para nuestro entorno), a desarrollar comportamientos que son aceptados y valorados por quienes nos rodean (aunque esto signifique dejar de lado partes de nosotros que nos agradan y que son funcionales) y a esforzarnos continuamente por “ser alguien” y por “ser felices” en un mundo que se olvidó en dónde tiene los pies.
Nuestros padres, nosotros y las generaciones actuales, a pesar de la mayor presencia e importancia que tiene hoy en día el bienestar mental y emocional, hemos sido educados en el modelo del “esfuerzo por ser” , cuando paradójicamente, es este esfuerzo constante lo que nos aleja de lo verdadero y esencial que vive en nosotros.
Este arraigado modelo de afrontamiento de la vida, que se transmite a través de los vínculos de generación en generación, implica ver nuestra existencia como un camino en el que perseguimos felicidad, perseguimos estímulos, perseguimos amor, perseguimos seguridad, perseguimos ser algo o alguien concreto y perseguimos bienes materiales que nos permitan sostener todo lo anterior. Este paradigma de vida parte de la premisa de que nacemos siendo una especie de bolsa vacía que necesita ser rellenada constantemente para poder tener un significado y un valor por sí misma.
Partiendo de esta potente creencia, nuestra experiencia vital queda circunscrita a una escapada continua de la realidad presente y su potencial, para fantasear con realidades futuras en las que poder seguir recolectando trofeos y menciones que nos hagan sentir nuestra propia presencia.
Si nuestra vida se ve sometida bajo los mandatos de esta creencia “de no ser nada por nosotros mismos” “de no tener valor por el simple hecho de estar aquí, respirando” es casi inevitable conectar eventual o continuamente con una angustiosa sensación de vacío, de pérdida de rumbo y de falta de ilusión, que tratamos de callar lanzándonos al mundo exterior y buscando en él, el consuelo y nuestras respuestas.
Esta es la razón real de por qué nos sentimos vacíos, nos hemos esforzado demasiado por encontrar el motor de nuestra vida en la realidad exterior. Tanto caminar lejos de nosotros ha creado un largo puente entre lo que creemos y queremos ser y lo que somos y necesitamos realmente y es este muro entre nuestra ficción mental y nuestra naturaleza verdadera, la que nos hace sentir que algo falta, algo falla o algo no va del todo bien.
Pero…el vacío interior realmente no existe
El vacío, aunque no lo creamos no existe, sino que es la sensación subjetiva que proviene del conflicto o herida que existe en la relación que mantenemos con nuestra identidad y con nuestra esencia personal, perturbados por las vivencias de la niñez y la juventud que nos llevaron a aprender que la vida era un camino hacia el “parecer” y no hacia el “ser”. La sensación de vacío interior es una voz de alarma que trata de recordarnos que necesitamos mirar, afrontar y reparar ciertas realidades internas que no hemos aprendido a manejar hasta el momento.
Por tanto, no hay manera alguna de llenar algo que no está vacío, sino que el camino es reparar las vivencias angustiosas que están ligadas a nuestra manera de vivirnos a nosotros mismos y a la propia vida.
Perseguir brillantes trofeos, colmarnos de distracciones y evadirnos en sensaciones no nos reparará ni a corto ni a largo plazo, solo nos creará una ilusoria sensación de saciedad tras la que se despertará un hambre todavía más voraz por volver a sentirnos llenos, llenos de algo que no existe fuera, únicamente en el cofre que hemos enterrado bien profundo en nuestro sistema.
Este círculo vicioso puede perdurar toda la vida si no le ponemos freno, podemos sufrir y culpar eternamente a la vida y al mundo de no hacernos sentir colmados y felices, pero ya que tenemos el regalo de existir entre nuestras manos, aprovechémoslo para transformarnos, individual y colectivamente.

No estás vacío, pero sí necesitas reconectar con tu mundo interior
El primer paso para empezar a reparar nuestra sensación de vacío es, por tanto, tomar consciencia de que este no existe y por tanto no hay nada que llenar, pero sí existe una relación conflictiva con la realidades que nos habitan. Por ello, vamos a comenzar por sustituir la palabra vacío por el término “desconexión”.
Esta palabra refleja más fielmente lo que verdaderamente nos ocurre, pues supone que hemos perdido parte del contacto con nosotros mismos, con nuestra dimensión emocional, con las sensaciones de nuestro cuerpo, con la realidad de nuestros pensamientos y con nuestras necesidades vitales.
Además, hablar de desconexión implica que es posible retomar o fortalecer el contacto perdido, ya que, aunque hayamos creado puentes y muros por no tener herramientas para manejar nuestra identidad y nuestra realidad, esto no implica que esto ya no sea posible. Todo lo contrario, siempre tenemos la oportunidad de regresar a nosotros y reparar toda esa mochila de vivencias, creencias, recuerdos y estilos de afrontamiento que nos empujan muchas veces a buscar el bienestar y el sentido de nuestra vida fuera de nosotros.
“Quédate con esto, el vacío no se llena, se repara y tú tienes la llave”

10 Herramientas de autocuidado para profesores en tiempos de covid-19
“No esperes a que el sistema te proteja, te haga comprender y te prepare para afrontar la realidad, convierte el autoconocimiento y el autocuidado en tus mejores armas”
Esta entrada esta dedicada a todos los profesores que volvéis a las aulas en tiempos de covid-19, sin saber muy bien cómo afrontar la situación y sin tener certeza de cómo transcurrirán los días. Va dedicado a todos vosotros, porque no solo tenéis que desempeñar vuestras labores formativas habituales, sino que necesitáis gestionar vuestro propio miedo y vuestras dudas, a la par que tratáis de situar a vuestro alumnado en este nuevo contexto, haciéndoles comprender que la vida ha cambiado y que la forma de aprender y de relacionarnos, también.
Dado que os enfrentáis a las nuevas necesidades emocionales de los niños y jóvenes con los que trabajáis y, además, dada la incertidumbre, las incógnitas y los cabos sueltos que rodean a esta vuelta al cole, también os podéis sentir inmersos en vuestra propia montaña rusa emocional, es de vital importancia que contéis con herramientas adecuadas que os permitan conectar con vuestras emociones, vuestras necesidades y vuestro cuerpo, pudiendo mantener vuestro equilibrio y regulando el impacto que esta situación de inicio del corona- curso pueda tener sobre vosotros.
A continuación, os dejamos una serie de potentes herramientas que os pueden ayudar en esta retadora tarea que se os presenta y esperamos poder acompañaros y ayudaros con numerosos recursos a lo largo del curso escolar.

Algunas herramientas para gestionar la incertidumbre y prevenir el desgaste emocional
Dedícate momentos de conexión
Ante situaciones novedosas, demandantes o impactantes emocionalmente es importante generar espacios de autocuidado que nos permitan separar nuestra propia vida e identidad de la situación estresante que estamos viviendo. Esto es fundamental, ya necesitamos tomar distancia y observar con perspectiva para poder regular correctamente las circunstancias de nuestra vida. Asimismo, necesitamos conectar con nuestro interior y regresar a nuestro centro, pudiendo escuchar y observar nuestro estado emocional, mental y corporal; de no ser así, vamos poco a poco cayendo en una inercia de desconexión en la que nos vamos alejando cada vez más de nosotros mismos y de un estado integral saludable.
Estos momentos de reconexión con nuestra propia realidad son denominados como momentos de autocuidado. El autocuidado tiene ciertas premisas, como son la conexión emocional con uno mismo, la búsqueda de la armonía interior, el disfrute y la expresión de la propia esencia personal, más allá de “deberes” y asuntos pendientes; sin embargo, más allá de estas bases, el autocuidado es lo que tú necesites, lo que a ti te haga sentir en sintonía contigo mismo y te llene de energía e ilusión por la vida. Algunos ejemplos son disfrutar de momentos de silencio, visitar la naturaleza, compartir momentos de conexión con personas a las que amamos, realizar actividades de ocio, etc. Puedes organizar tu horario diario de tal manera que cada día exista un espacio dedicado al autocuidado, de tal manera que entre jornada y jornada puedas parar y recargar tu batería.
Hábitos saludables
Los momentos de autocuidado y los hábitos saludables van de la mano y se entremezclan, de hecho, contar con diferentes rutinas de hábitos saludables también es una forma de autocuidado. Existen cuatro pilares fundamentales de los que surgen los hábitos saludables; la salud mental y emocional, la actividad física, la nutrición y el descanso.
Ante situaciones estresantes y problemáticas tendemos a descuidarnos, ya que nos debido a la fuerte demanda, la mayor parte de nuestros recursos se invierten en sobrevivir o resolver lo que nos ocurre, lo que nos lleva a desconectarnos de nosotros mismos y de nuestras necesidades. Esto hace que no escuchemos nuestras emociones y que llevemos a cabo conductas que no las regulan, sino que las evitan o las suprimen; que no cuidemos nuestra nutrición, abusando de alimentos procesados y sin llevar un orden y equilibrio en nuestras comidas, lo que tiene un fuerte impacto negativo sobre nuestro intestino y sobre nuestras emociones; y que dejemos de lado la actividad física, vital para sentirnos con energía, conectar con nuestro cuerpo y movilizar las sobrecargas que provienen de la activación constante que generan nuestras emociones, así como para prevenir dolores y molestias.
Por ello, necesitamos prestar atención y tomar consciencia de cómo nos estamos relacionando con nosotros mismos en estos cuatro ámbitos y tener en cuenta si nuestras conductas favorecen su equilibrio. De este modo, afianzaremos de tal manera estos cuatro pilares fundamentales que estaremos en condiciones óptimas para afrontar de un mejor modo cualquier situación que se presente.
Búsqueda de apoyo social
Más allá de nuestra dimensión individual, el ser humano está llamado a vincularse, a descubrirse, encontrarse y sanarse en la interacción segura con un otro. Necesitamos expresar nuestras emociones, entregar y recibir afecto, mostrar nuestra genuina esencia y crecer y aprender a través de nuestros vínculos. Esta naturaleza se intensifica cuando nos encontramos en una situación estresante o que está generando en nosotros un impacto emocional negativo. Es por ello, que una de nuestras primeras respuestas cuando nos sentimos desbordados o ante un conflicto es recurrir al apoyo social, a la búsqueda de esas personas de nuestro entorno que nos pueden escuchar y comprender.
Para vosotros, la vuelta al cole es un ejemplo claro de circunstancia novedosa, estresante y cargada de incertidumbre y miedos, por lo que es vital que tengáis este factor en cuenta y que no viváis este momento desde la soledad o desde el silencio. Aunque el covid-19 ha nublado y dificultado nuestras relaciones sociales, debido a las necesarios medidas anticontagio, sigue siendo posible mantener y sentir cerca nuestros vínculos más cercanos, además de que podemos crear comunidades y redes de apoyo que nos permitan contactar con personas que viven nuestra misma situación y con las que poder buscar soluciones o desarrollar iniciativas enriquecedoras. Por ello, tened muy presente a vuestra familia, pareja, amigos, compañeros de profesión y a otros profesiones de la educación con los que podáis compartir vuestras vivencias, emociones y necesidades.
Entrenamiento en técnicas de relajación y atención plena
El proceso de estrés, natural y supervivencial y que se desencadena ante estímulos sorpresivos, que nos ponen en peligro o que reactivan en nosotros memorias de vivencias amenazantes desencadena una serie de cambios a nivel fisiológico que permite a nuestros organismo estar lo suficientemente activado y preparado para huir, luchar o afrontar estos estímulos.
Cuando nos encontramos ante una circunstancia que interpretamos o vivimos como demandante, desbordante o para la cual sentimos que no contamos con los recursos suficientes la respuesta de estrés se prolonga durante días, pudiendo esto desgastar y agotar nuestro sistema físico, mental y emocional, lo que tiene mucha relación con estados afectivos negativos y limitantes. Por esta razón, es muy importante que como profesor que afronta este enorme reto dediques varios momentos del día a regular la activación fisiológica derivada de la acumulación de momentos de estrés que pueden surgir a lo largo de la jornada laboral. Esto te permitirá generar momentos de pausa y de paz, desde los cuales podrás generar nuevas actitudes ante tu realidad.
Existen numerosas técnicas que pueden ayudarte en esta tarea y algunos son tan sencillos y accesibles como la respiración, especialmente la respiración diafragmática. Asimismo, os recomendamos la práctica de Mindfulness que permite tomar consciencia de nuestras sensaciones corporales y nuestro nivel de tensión, pudiendo regularlos desde la atención plena y la respiración consciente. Lo recomendado es que realices alguna de estas técnicas a primera hora de la mañana, a mitad de mañana, si tienes un pequeño espacio de descanso, por la tarde y antes de acostarte.

Realiza un diario emocional
Para pode regular correctamente la intensidad y duración de nuestras emociones necesitamos primero tener consciencia de ellas y muchas veces, con el automatismo del día a día, nos volvemos ajenos a nuestros estados emocionales y únicamente conectamos con la sensación de malestar y falta de energía, sabiendo que algo va mal, pero sin poder encontrarnos a nosotros mismos en esta nube de confusión.
Un ejercicio muy útil para poner luz en nuestro interior es el registro de nuestros estados emocionales y de las situaciones que rodean al surgimiento de dichas emociones en varios momentos del día. Este ejercicio no solo se realiza si nos sentimos tristes, frustrados, rabiosos, etc, sino también si no sentimos esperanzados, ilusionados, agradecidos, etc. El trasfondo de este sencillo ejercicio es que poco a poco vayamos conociendo mejor cómo respondemos a los diferentes escenarios de nuestra vida, en este caso el reto de la vuelta al cole y así sepamos qué emociones son más recurrentes en nosotros y ante qué tipo de estímulos suelen darse. También podremos darnos cuenta de que momentos se relacionan con nuestras emociones positivas, pudiendo potenciar estas estrategias como medios para regular estados negativos mantenidos en el tiempo.
Esta información resulta muy valiosa porque nos permite conocernos mejor y nos da muchas pistas de cuáles son nuestros miedos, preocupaciones, nuestras necesidades, lo que nos hace sentir bien y cómo nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos.
Ten muy presentes tus propias necesidades
Ante situaciones retadoras de nuestra vida es muy importante que tengamos todavía más presentes si cabe nuestra necesidades personales, ya que no podemos salir con fuerza a primera línea de batalla si no hemos nutrido nuestras propias necesidades. Es por ello, que es fundamental que como profesor establezcas una linea firme entre tu autonutrición y tu labor profesional, para que exista un equilibrio entre lo que entregas al mundo y lo que te entregas a ti mismo. En momentos difíciles, las personas necesitamos economizar nuestros recursos y priorizarnos por momentos, ya que, de otro modo, llegamos a un estado de desgaste asegurado, en el que ya sí que sí, no podemos entregar nuestro valor. Por ello, permítete ser, dedícale tiempo al autocuidado, a tus hábitos y a técnicas y ejercicios que te equilibren y que te ayuden a reconectar con tu poder interno y, sobre todo, no te identifiques con la figura de supermujer o superhombre. Pide ayuda a quien lo necesites, a tu familia, pareja o seres cercanos, no te lo cargues todo tú.
Stop a la autoexigencia y la culpabilidad
Como ya hemos mencionado en el punto anterior, identificarnos con el arquetipo de superhombre, supermujer o de salvador que todo tiene que resolver y todo lo tiene que hacer siguiendo sus expectativas de perfección es un camino que rápidamente nos puede llevar al desgate físico y emocional, a la frustración, a la rabia y a la tristeza. Es muy importante, como también hemos comentado ya, economizar nuestros recursos y tomar consciencia de cuáles son los aspectos de la realidad sobre los que podemos actuar y cuáles exceden mis posibilidades, teniendo en cuenta también qué recursos nos ofrece nuestro medio, que, en esta situación de vuelta al cole, parecen bastante deficientes. Por ello, ten presente que tú no puedes llegar a todo, no puedes atar todos los cabos sueltos, no puedes resolver todos aquellos aspectos que no te corresponden y, sobre todo, no te mereces autoexigirte esta enorme carga, ni sentirte culpable por todo aquello que se desmorone o no llegue a buen puerto.
Ahora mismo, tu prioridad eres tú y tu equilibrio y el sentirlo y mantenerlo es lo que te permitirá entregarte a tus alumnos de la mejor manera posible y ayudarles también a ellos a que se sitúen en este nuevo marco y puedan seguir aprendiendo y creciendo, tanto en lo emocional como en las diferentes materias impartidas. Ellos se merecen lo mejor, pero lo mejor empieza por ti, ese va a ser tu gran salvavidas durante este curso.
Reconoce tu valor personal
Uno de los antídotos para la autoexigencia es reconocer la belleza de lo que somos. Eres valioso por el mero hecho de existir, por el hecho de estar repleto de vida y de potencial. Aunque nos hayan educado a ser lo que conseguimos y medir nuestro valor en base a objetivos logrados y en base a la validación social, esto no es más que una fábula que nos hemos montado y que nos ha servido para alejarnos progresivamente de nosotros mismos y machacarnos más de la cuenta en cada cosa que hacemos.
Pero quizás, es el momento idóneo para que tú como profesor que se enfrenta esta situación te des cuenta del enorme valor que reside en ti, de la fuerza y la intención que mora bajo tus acciones, por “pequeñas” que sean. Desde que nos levantamos de la cama nos ocupamos de todo, cumplimos rutinas, trabajamos, nos ocupamos de la familia, cuidamos y construimos y aún así sobrevuela sobre la mayoría de nosotros un sabor agridulce de no ser suficientes, de no hacer todo lo que deberíamos.
Para esta rueda, guárdala en ese caja perdida del armario que no sueles abrir. Aprende a mirarte, sin tanta obligación, sin tantos “tendría” y “debería”, réstate importancia y réstasela también a todas las imposiciones sociales. Recuerda, eres un ser natural, completo y con capacidad para sentir felicidad por ti mismo. Si has olvidado que esto es posible puedes empezar a ver esta situación como una oportunidad para reencontrarte contigo mismo y con todo lo que ya eres.

Reconecta con tus valores
Nuestros valores personales son guías para nuestros comportamientos y decisiones vitales y tienen una estrecha relación con nuestra identidad y nuestra esencia individual. Los valores hacen referencia a aspectos que son fundamentales en nuestra vida, aquellas estructuras de las que se alimentan muchos de los pasos que damos en nuestra vida. Algunos ejemplos de valores son la humanidad, la espiritualidad, la compasión, el liderazgo, etc.
Frecuentemente, no tenemos claro o nos hemos olvidad de nuestros propios valores y al no tener presentes nuestras guías, se incrementa nuestra sensación de estar perdidos y estar muy alejados de nosotros mismos y de lo que nos resulta importante y prioritario en esta vida. Cuando no dedicamos tiempo a acciones que nacen de nuestros valores y no somos coherentes con lo que nos define e identifica como seres humanos nos recorre una sensación de falta de contacto con la vida y falta de propósito.
Por ello, te invito a que en esa situación que va a demandar muchos de tus recursos, dediques un tiempo a reflexionar acerca de tus valores centrales y de qué acciones llevas a cabo para nutrirlos, tanto en el ámbito personal como en el profesional. No olvides que como profesor que se enfrenta a este nuevo marco educativo te puedes sentir perdido en numerosas ocasiones, pero como persona única que eres, no olvides que cuentas con tus guías y con esos valores que te conectan con quien eres en verdad y, créeme, la persona que eres es mucho más sabia de lo que crees.
Sentido vital y trascendencia
Cuando estamos alineados con nuestros valores estamos más cerca de nuestro yo esencial, es decir, de nuestra parte más verdadera y genuina y, con esta parte a flor de piel, emerge nuestro sentido vital y aquello que nos apasiona en la vida. Nuestro sentido vital también suele nublarse o dejarse de lado cuando atravesamos momentos que vivimos como un peligro o un amenaza, como puede ser esta vuelta al cole. Por ello, una vez hemos logrado generar estados de calma, como os explicábamos en el punto relativo a las técnicas de relajación, es importante que tratemos de conectar con nuestro sentido vital, con aquello que nos impulso a evolucionar, con aquello que nos hace movernos, transformarnos e incluso salir de nosotros mismos para dejar nuestro grano de arena en el mundo.
El reflexionar acerca de estas cuestiones existenciales nos puede ayudar no solo a recuperar la fuerza y la ilusión que me permitan combatir el desgaste y el agotamiento, sino que nos permitirá aportarle un sentido de trascendencia a todas las circunstancias que se vayan dando a lo largo de este curso. Transcender quiere decir ir más allá, mirar con perspectiva y vernos más allá de las circunstancias o incluso vernos más allá de nosotros mismos. Este movimiento nos permite integrar todo lo vivido, aprender, evolucionar y abrir nuevos cofres de potenciales que habitan en nosotros. Por ello, aunque reconozco la dificultad, te invito a emplear esta situación como motor de cambio de tu vida.
Pedir ayuda
En ocasiones regular nuestros estados emocionales no resulta sencillo, nosotros queremos sentirnos mejor, pero hay algo que nos limita, que nos impide llevar a cabo acciones que nos lleven a otro estado emocional más positivo. Si te ocurre esto, no te culpes y no te veas como un caso imposible, ¡eso no existe! todos nosotros necesitamos ayuda y guía en numerosos momentos de nuestra vida en los que la ansiedad y la desesperanza son agudos. Por ello, si este es tu caso, busca a un profesional que te ayude en este proceso de autoconocimiento y mejora de tu salud y verás que pronto, tus piezas comienzan a encajar.

Esperamos que este artículo os haya sido de ayuda y haya despertado vuestra reflexión, pronto profundizaremos en algunas de las herramientas citadas y en muchas más que os puedan guiar para mejorar vuestra salud emocional. También puedes seguirnos en nuestras redes sociales, las cuales podrás encontrar en nuestro sitio web y así visualizar el primero todo el material que vamos creando para vosotros.